Inmigración, revolución y la gallina de Sócrates

Es más que frecuente y archiconocido por todos el argumento según el cual la inmigración debería resolverse con el desarrollo de los países de origen de aquellos que optan por emigrar de sus países. Parece obvio este argumento, parece que no nos es necesario para aquellos que vivimos en zonas desarrolladas darnos a la búsqueda de otros territorios para vivir de manera ilegal. En este punto, obvia también decir que emigrar emigramos, solo que ahora es a la Eurozona, lo cual hace no tanto sí se consideraba inmigración ilegal, pero no he venido ahora a hablar de eso.

Lo que le urge al intrincado de mis entrañas comentar es que bien pudiera ser que dado el escenario de muerte y escarnio que se dio entre los distintos grupos tribales, raciales y/o nacionales que se produjeron a lo largo y ancho de la historia de Europa y la consecución de derechos de nosotros, sus ciudadanos; dadas las masacres revolucionarias, el asesinato entre primos, hermanos y vecinos que urdieron esas pequeñas conquistas que hoy en día vemos diluirse y evaporarse más rápido que lento bajo el yugo del juego económico en el que nos encontramos; quizás suceda que ellos, estos inmigrantes que tanto se vilipendian, no estén dispuestos a vivir aquello para con sus congéneres y/o allegados de otra índole, como tribus vecinales. Quizás ya llevan un tiempo aprendiendo bajo la óptica de esas guerras civiles que ya masacran por mucho tiempo países africanos con la fútil esperanza de que conseguir diamantes, por poner un ejemplo, les sacará de su situación de pobreza y hará que sus dirigentes les concedan más derechos, quizás ya se han dado cuenta de que es mentira. Quizás por eso prefieren jugarse la vida en una patera a matar a los suyos. Quizás no estén dispuestos a esos procesos revolucionarios que los europeos llevamos a cabo con gran diligencia. Y esto, a mí, me parece muy loable.

En cuanto a la supuesta conquista islámica de la zona europea, bueno, comentar dos cositas: por un lado, los jóvenes musulmanes que conozco de segunda generación en el país se integran muy bien, lo he visto y vivido con compañeros y compañeras de trabajo; segundo, no creo que estemos en posición de decir que nosotros poseemos cultura uniforme alguna que ofrecer, ¿cuál parece impera? ¿La de las tan bien denominadas por un gran intelectual al que admiro, aunque no comulgue con todo su credo; las conocidas “alegrías de bragueta de la izquierda caniche”? Discúlpenme, pero para mí eso no es un bonito panorama al que acogerse al llegar aquí.

Otro tema a tratar seriamente ya sería el del complejo de hermanita de la caridad que parece tenemos los europeos, dando de todo a todos los de fuera sin barrer la propia casa. Esto también es para hacérselo mirar en el diván; por ahora lo dejo aquí solo como mero comentario.

No me olvido de la gallina, vamos con ella. Hubo un tiempo que estuve saliendo con un gambiano, era musulmán, sí, llegó a Italia gracias a otros familiares que ya estaban instalados y pudieron conseguirle trabajo; no sabía leer ni escribir, aunque había algunos de su comunidad que sí sabían, sabía inglés y así nos comunicábamos. El caso es que, aparte de la graciosa anécdota del día en el que me llegaron varias personas de su comunidad y me pidieron que les explicara una noticia que salía en el periódico en la que se hablaba de virus, hay otra anécdota que me gustaría contarles. Un día estaba él, con quien yo mantenía una relación íntima, hablando por el teléfono de una manera que no era normal en él; él era pacífico y cariñoso en el trato, siempre; sin embargo, estaba muy enfadado y tenso en esa conversación. Cuando colgó el teléfono le pregunté qué pasaba y él me dijo: mi hermana y mi cuñado están peleando por una gallina del patio; no puede ser que estén peleándose entre ellos por una gallina, eso no debe ser así, son familia. Se había puesto tenso y enfadado por y para salvaguardar la buena convivencia de distintos miembros de su familia. Y pensé en las últimas palabras de Sócrates antes de morir, ya saben, aquellas de “no olviden que le debemos una gallina a fulanito”, y sí, creo que llevarse bien y ser justo es el camino. Que la fuerza nos acompañe, je!

Julia Valiente Garrido

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