Ligadura cultural

Parte I: Acercamiento semántico

La cultura es un sistema de creencias, costumbres y/o usos tradicionales sean musicales, bailes, culinarios, ideas religiosas o acerca de fuerzas superiores a las humanas y/o usos lingüísticos compartidos por una comunidad, en principio, carente de toda circunscripción territorial y/o legal.

La cultura surge como nexo de unión entre dos o más personas que, al juntarse, dadas las circunstancias que sean, en la búsqueda de ese nexo común bien para la supervivencia bien en vistas a un entendimiento por el encuentro causal bien por el gusto de relacionarse lúdicamente constituyen juegos normativizadores en vistas a lograr esas relaciones comunitarias que consiguen el encuentro de distintos en un tropo común; tropo, lugar que no debe entenderse como algo físico sino como estructura de intercomunicación conectiva.

El ser humano es un ser social; más allá de la habitual concepción de reunión bajo un territorio de grupos humanos bajo preceptos acordados, esto implica un concepto extenso de capacidad relacional; no implica la inmediata consecución de la formación de una comunidad social en sentido estricto. Ser social implica comunión a través de un acto de unión comunicacional (en el sentido amplio de interacción) para la consecución de un fin común, puede ser (disculpen la reiteración) de supervivencia, de mero entendimiento en vistas, por ejemplo, a un intercambio de bienes, también con una finalidad jugante; los seres humanos, como todos los vivientes, son seres jugantes, necesitan expresar sus emociones y sentimientos, de ahí el instinto natural del lenguaje sea hablado o cantado o sea en forma de danza.

Por tanto, una ligadura cultural en ningún caso debe ser utilizada para la apropiación territorial de un grupo de individuos que toman como suyas propias exclusivas ciertas formas relacionales en el marco de un espacio que cierran a más expansiones comunicativo-culturales.

El problema dado por la actual problemática nacionalista no es otro sino la consecuencia de aquel establecimiento de fronteras que trazó una coyuntura discriminatoria entre distintas comunidades humanas que –de haber seguido el curso natural del instinto social– habría dado lugar a la comunidad global en la que todos sus seres se moverían de manera libre por el planeta. Aquellas primeras distinciones positivistas de territorios y agenciamiento de juegos (ligaduras culturales determinadas) son las que fueron fraguando las fracturas que seguirían a posteriori creciendo y acrecentando la problemática separacionista entre aquellos que de forma natural deberíamos estar unidos; esto es, los humanos.

El problema que viene ahora dado por el uso de distintas lenguas, por ejemplo, en la convivencia conjunta de distintas comunidades no es sino la consecuencia derivada de aquellas primeras separaciones. La solución pasa por desacelerar los tiempos de integración de toda aquella persona que por las razones que sea quiere moverse a otro territorio con otro plano cultural, esta solución requiere la desaceleración absoluta de la sociedad. Desacelerar el tiempo para abrir el espacio en el que quepamos todos. Con la adopción de este paradigma ganaríamos todos: acortamiento de los tiempos de trabajo para una mayor amplitud del tiempo cultural y comunicacional, así como del ocio entendido tanto como artístico como de desarrollo de actividades físicas.

Continuará…

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