—[Qué rico el café, voy a pedir otro. Y qué rica la brisa de los sauces que se peinan sobre el río. Ah, el río de Heráclito, donde se puede una bañar tranquilamente dos veces y las que hagan falta, pese a que aguas siempre diversas, otras y otras, fluyan, y yo misma… pero no, eso de ‘fluir’ no puede ser… Pero míralo a ese ahí, haciendo danzar la diestra como si estuviera ahuyentando átomos, míralo, con su cabellera henchida de rizos y bucles y ese porte como de torero presocrático…] Disculpe, señor…
—Nada, nada, que no hay culpa que valga, y ‘señor’ me lo dirás por las blancas hebras que asoman aquí y allá en el matojo que me corona… pero dime de tú, que aquí solo estamos tú y yo.
—Bueno… pues dime, que es que me trae loca el baile de esa mano…
—Que te andarás acaso preguntando la causa o el fin de todo ello.
—Un poco de eso hay, sí, pero sin creerme mucho eso de la causa y el fin… Que me ha hecho, que me hace, gracia: que es gracioso el movimiento, con su ritmo y su compás, pero no de director que fueras de orquesta ni tampoco que estuvieras acompañando alguna musiquilla que escondidos auriculares entre tu ensortijado cabello te estuvieran suministrando… No sé, un poco como porque…
—¿…Porque sí? O porque no, que también tiene bemoles que el no haber causa lo convirtamos en causa, ¿no te parece?
—Me parece; y por seguir con el tono musical, que es que esos movimientos son tan sostenidos…
—Ningún misterio hay en ello, en ellos: como en nada de lo que se nos aparece. Estaba por la vertiente empírica tratando con el conocido koan.
—¡Ah!: ahora lo veo. Aquello de ¿Qué sonido hace una mano que aplaude sola?
—Y ¿qué responderías?
—De todo he oído responder: que si ningún sonido, que si el que haga el aire cuando la mano lo mueva, que si esto, que si lo otro. Y mira que la cosa es obvia: no hay mano que aplauda sola.
—Ni tampoco acompañada, ¿no?
—Pues ahora que lo dices… ¡tampoco! Que el aplauso, como el tango, es cosa de dos, esto es, de ninguno de los dos. It takes two to tango, que parlan en anglésido.
—Y ahí están las dos manos siendo dos y, de ese modo, porque no hay otro, siendo cada una la que es, y siendo la que es porque aparece una tercera cosa: el aplauso, en este caso, el tango, en el otro.
—O, también, mira a dónde me estás trayendo, esto de hablarnos, de irnos dejando hablar tú y yo, yo y tú… así que, eso de ‘tú’ no es nada que tú seas ni dejes de ser, sino la constatación de que estoy diciendo lo que diga.
—Sí, eso no eres ni dejas de serlo tú, y de eso andaban tratando los sabios indios en sus textos que llaman «mitológicos» creyendo que eso de ‘mitológico’ pertenece a la Cultura. Pero bueno, no era por ahí por donde mi danza manual me estaba llevando, sino a otro conspicuo koan, el del árbol.
—Que más o menos se formula como ¿Qué sonido hace un árbol cayendo en medio del bosque si no hay nadie allá para oírlo?, diría yo.
—Pues eso, ¿verdad? Que me llegan noticias de que los llamados Físicos Contemporáneos andan enredados con asuntos similares de más o menos un siglo para acá, con eso líos que se hacen de ‘observado’, ‘observador’, ‘observable’, ‘observación’ y todo lo demás.
—Algo me suena haber leído por ahí, pero recuérdame cómo era ello.
—Que vienen a preguntarse si «las cosas», sean partículas más o menos sub-atómicas o sean «probabilidades», tan cosas como las otras, o «fenómenos» de varios tipos que observan, pues eso, si esas cosas están ahí cuando no hay ningún Físico para observarlas, o cualquiera, que qué más dará que se considere Físico o no.
—Ya veo, como si se plantearan eso de si «la Realidad» está por ahí cuando no la observo: si esas cosas reales, digamos contantes y sonantes, siguen estando ahí cuando no les hago caso. Vaya, como el árbol japonés del koan.
—Como el desdichado árbol del koan, sí, que me lo represento hasta avergonzado de tanta atención que ha ido recibiendo y recibe, por no hablar de los pobrecillos átomos y quarks y toda la sucesión de animalillos que se han ido sacando de la chistera.
—Que eso no puede ser, ¿no?, que no puede ser que no esté ahí lo que está ahí, átomo, quark o Big Bang…
—No puede ser, no. Como los hipopótamos fucsias con motitas verdes que te traigo aquí, sacados de la misma chistera.
—Que ahí los veo tan graciosos ellos, como veo los átomos, quarks y bigbanes y lo que me echen.
—Pues eso: que si lo digo, ya lo estoy contemplando: que si digo «Cuando no hay nadie allá para verlo», ya lo estoy viendo, y oyendo y lo que se tercie, así que esa es la cosa.
—Anda, tomémonos algo a la salud de manos, árboles, átomos y bigbanes. ¡Que Dios los tenga en Su Gloria!

Ah de la red! Hay alguien ahí?
Interpelado que me siento por el escrito, gracias sobre todo a las hebras canas y los rizos y bucles, que no tanto por las profundidades del trasunto, diré que admiraba de Baltza, incluso de Jon U. Baltza (que es como firmaba cuando lo conocí), su extraordinaria caligrafía y su don de lenguas, no tanto su calva prematura que no obstante dejaba ver un cráneo bellísimo, braquicéfalo, tête de lièvre à tempes gonflées.
Ontología Orientada a Objetos… Está muy de moda (a falta de otra cosa).
¿Orientada a los objetos? Es verdad, algo de oriente tiene.
No obstante, aquí contemplamos los objetos como obstantes y, así pues, obstáculos: la resistencia de las cosas a dejarse analizar (disolver) mediante el recurso a la densidad, siempre solo pretendida, generada por las estáticas imágenes a las que uno, para seguir creyendo que es el que es y lo que es (y que es, por tanto, uno y el mismo él mismo), se somete dándoles crédito. Ahí, en esa pantalla de fantasías, todas bien quietitas (en contra de la pretensión «eppur si muove»), y entre ellas la imagen o idea de «mí mismo», de la que al menos hay ahí frente a mí (Gegen-stand) dos, con lo que basta para darse cuenta de la contradicción.
Los cultores de Don Agustín sois un poco como el gran Don Quijote, si hubiera tenido que afrontar sus andanzas sin la prudencia y llaneza de Sancho. Poseídos a todas horas por ilusiones y encantamientos, libráis batalla contra todo sin acotar jamás un enemigo claro, en nombre de una «gente» en general y un «pueblo» en abstracto que si tuviera que presenciar los lances os advertiría que son molinos, y no gigantes…
No veo demasiada prudencia en Sancho, más bien miedo, es decir, que es más precavido que prudente. Como prueba, aquel momento en que Sancho se traba a don Quijote por la noche para que no se le escape y le entran ganas de cagar, cagándose allí mismo no oliendo don Quijote precisamente ámbares encantados. Por otro lado, gente en general y pueblo en abstracto es de lo más injusto que se puede decir en torno a esas nociones cuando lo que se está intentando decir con esas denominaciones es que se salvan de ser reales en el sentido de constituidas (por eso nunca Agustín las pone con mayúscula), es decir, no del todo siendo lo que son, que es precisamente lo contrario de lo que les pasa a las que se consideran reales y existentes, es decir, las verdaderamente abstractas y generales pretendiendo ser las auténticas y concretas. Pero para explicarlo bien necesitaría demasiadas páginas que acaso no sirvan de mucho.
Trababa a Rocinante, pero por miedo, sí. Y es que las auténticas y concretas, como dices, jamás entenderían que su Nombre Propio les aprisiona en la Realidad, o que la Muerte es una ilusión del Yo, o que el Futuro no es más que el vacío de la Muerte que da sentido al Tiempo, que es Real y por tanto mentira, etc. Lo que quiero decir es que si bien Sancho Panza iba tragando aun con escepticismo las gestas grandilocuentes de su amo, si Agustín-Quijote le dijera que su mujer Teresa no se llama Teresa ni es su Mujer ni tan siguiera Persona Individual sino coño indistinto que tal vez, sólo tal vez, alguna vez acierte a expresar desde abajo lo que en ella hay de pueblo y logos común te garantizo que esa misma noche se monta al Rucio y escapa espantado como a quien le persigue el Diablo…
Tal vez lo primero recomendar un texto de García Calvo precisamente sobre don Quijote: http://www.archivodelafrontera.com/wp-content/uploads/2019/08/LarazondelasinrazondeDonQuijoteAGC.pdf
Lo segundo, que coincido con lo que dices aunque no contigo, pues dices lo que no quieres decir. Y eso que dices es que la escapatoria de Sancho que en tu caso se alaba, como colmo de sensatez, no es más que la respuesta del que no quiere enfrentarse a eso que don Quijote está a todas horas diciendo: que las cosas no son como son.
Decía Chesterton (eb su Tomás de Aquino) que es precisamente porque las cosas son como son, rotundas, materiales y humildes como una manzana, por lo que sabemos que son obra de Dios. Los ateos, en cambio, sois siempre tan enojosamente espiritualistas….
¡Inaudito! ¡Agustín escribe mal «statu quo» en este texto, tras mencionar a Bergson!
Podría decirse, y quiero creer que sería el argumento que el propio García Calvo aduciría, que la locución correcta -más allá de legisladores vel similia- es «status quo», es decir, «el estado en el que»; pues la otra, «statu quo», flexionada, no es más que «en el estado en el que», lo que no se adecua al período oracional escrito («…un peligro para el mantenimiento del status quo…»). De hecho, es una de las locuciones más peligrosas para su empleo, pues interviene la flexión típica del latín, y García Calvo era latinista.
Yo quiero creer, y creo, que humanum errare est…
De lo que hay que darse cuenta es de que AGC está usando la lengua latina y no mencionándola, pero para eso hay que saber un poco más de latín. Por eso no hay coma después de quo. Es decir, está escribiendo en latín dentro del castellano en vez de transformar esos latines en una locución nominal dentro del castellano, sobre el cual a algunos les encanta mandar.
Por ahí deben ir los tiros, sí… XD!