Quintín Racionero sobre Agustín García Calvo

Óscar Sánchez nos brinda la recuperación del siguiente texto de Quintín Racionero acerca de García Calvo.

«En cuanto al segundo nombre, Agustín García Calvo, que cuando se escriben estas páginas sigue activo y en plena forma, su trayectoria es más compleja y se ha expandido en múltiples direcciones. Catedrático de filología griega desde 1953 y expedientado, él también, en 1965, su actividad inmediatamente posterior se desarrolló en la Universidad de Lille y en el Collège de France, en París, hasta que, cancelada la dictadura, se reintegró de nuevo a su cátedra de la Universidad Complutense en 1976. Su trabajo como traductor es notable y a él debemos algunas de las versiones más bellas y mejor perfila-das tanto del mundo grecorromano como de la literatura moderna y contemporánea. Pero por lo que aquí nos incumbe, que es su quehacer en filosofía, quizás lo más importante que hay que decir es que la adscripción, a que usualmente se lo somete, dentro de un anarquismo de contornos teóricos nihilistas no responde –o lo hace sólo en una pequeña parte– al contenido esencial de su obra. En realidad, el pensamiento de García Calvo parte de un núcleo duro, que, si bien desplegado bajo formas literarias muy diversas –ensayo, poesía, dramaturgia, periodismo– guía finalmente todas sus producciones. Podría decirse que ese núcleo es el que pone su interpretación de la naturaleza y valor del lenguaje. Y, en efecto, sus trabajos como lingüista y filólogo, que siempre han alcanzado una alta repercusión entre los especialistas de estas materias, constituyen también, en un sentido fuerte, la base sobre la que se apoyan sus propuestas filosóficas y políticas. Sus requisitorias contra Dios, contra la Realidad, contra el Estado, contra la Democracia, contra la Sociedad del Bienestar, contra la Familia, contra el Tiempo, etc., no hacen otra cosa, una y otra vez, que denunciar usos perversos de un lenguaje sometido a, y apropiado por, el Poder, contra el que se alza, como suprema instancia liberadora, la posibilidad de encontrar otros usos –o resquicios de usos, que siempre tienen la forma de “cabos sueltos”– que restauran o vislumbran lo que, en rigor, hay: una completa incertidumbre respecto a aquello que cubre la realidad económica y jerárquicamente organizada, tras de la cual el lenguaje vuelve a convertirse en expresión común, popular, no sujeta a ningún control y, por tanto, disponible para cualesquiera formas nuevas, afirmativamente queridas, de organización social. En el horizonte de la filosofía española del fin del franquismo, la obra de García Calvo aparece como un promontorio en medio del mar, sin conexiones fehacientes con la literatura filosófica del interior o del exterior. Quizás esa soledad, probablemente voluntaria, sea su destino. En todo caso, conserva la imagen de una ruptura que la restauración de la democracia no iba –no sería posible que lo hiciera– a suturar.»

3 comentarios

  1. Recuerdo una fiesta. Fue la boda de Pablo Pereda, nada menos que en un palacio de la Puerta de Sol de Madrid. Me encantó, fue una homilía filosófica sumamente consecuente. Simón Royo leyó un poema de su creación que aún llevó dentro, y Marcos Díaz Marsá regaló a la pareja afortunada las obras complatas de Séneca, para que se vea que hay de verdad tras Spinoza, Nietzsche y Michel. Lo pasé de miedo, y Teresa Oñate me tiró un poquito los tejos. Lo justo, digamos. Hoy, Pablo tiene tres hijos bellismos, y yo también. Aparte, somos un par de mierdecillas filosóficos, pero aquella noche, y nuestos niños, no nos los quita naide (sic). .

  2. Los especialistas de la filologia y la lingüística tienen una relacion rara con AGC. No pueden despreciarlo, pero tampoco lo estiman especialmente. En cuanto a los filósofos suelen no captar lo importante, que son sus trabajos sobre el lenguaje, conformándose con consideraciones abstractas, sin entrar a reflexionar verdaderamente sobre el fundamento de sus posiciones.

  3. Lo decia porque aquella noxhe, en el caminito de un local a otro, pregunté a Quintín, creo que sin venir en absoluto a cuento, qué le parecía la obra de García Calvo en tanto filosofía. Respondió inmediatamente y como al descuido: «poco justificada»…

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