Hay días en los que el cuerpo se despierta ligero, otros días una parte de él permanece en un extraño trance, conectado al sentimiento vago de un sueño reciente. Hoy me he levantado con el sabor amargo y metálico de Hierro en la boca. Es tan reconocible que es imposible desprenderlo del pensamiento, como cualquier poema o verso o Nada o Alegría, de Hierro… “Yo, José Hierro, un hombre / como hay muchos, tendido / esta tarde en mi cama, / volví a soñar».
Estoy ahora mismo masticando, saboreando, cada capítulo de su guion de vida, su vida herida y melancólica y sobre todo esa palabra que hace suya y que deja posada en cada estrofa. Una vida que casi comenzó aquí, en esta orilla del Cantábrico, cuando el salitre iba royendo poco a poco el aire de Hierro, como si fuera un óxido mortal… “sobre las olas / –sobre las nubes– de las tierras / sumergidas ante Platón…”
Hoy mi cuerpo se ha resentido sintiendo que José Hierro se ha metido en él. Tal vez sea la primavera o esa cercanía a abril, el mes de Hierro, el mes de esa existencia que se acerco a “Alegría”.
Hace tiempo que su poesía inunda nuestras vidas, esos versos en los que nadamos y que nos empapan de imágenes, quizá Nueva York… que nos convierte en heridos por puñales de versos de Hierro… “Qué bello, mar, morir en ti cuando no pueda con mi vida.”
Heridos, sangrando metáforas, sinestesias, y aliteraciones y rimas. Hierro se convierte en esa pulsión necesaria y reveladora de que la poesía es una parte esencial en el mirar. Su mirar es tan azul y verde como la mar y Peña Cabarga. Su cabeza de poeta multiplicándose en Puertochico, y entonces solo cabe enunciar una pregunta ¿en qué piensas Hierro?, ¿qué esconden tu cabeza y tu mirada?… “Aquel momento que flota nos toca de su misterio…”
Tu misterio se esconde en cada pliegue de tu rostro y de aquel cuerpo curtido que cosechaba vides y hacía vino rojo, como tiene que ser.
Hay días en los que la mente y el pensamiento se agitan, se convulsionan. Hay días de Alucinaciones, leer las tuyas es volver a preguntarse quiénes somos, por qué se crea o se busca, se duda, o por qué Hierro alucinas… “crear es dar manotazos o palos de ciego para aprisionar la mariposa de la belleza y, clavada en un cartón, legarla a la posteridad, ¿quién puede reprocharnos porque hemos visto volar a la tal mariposa, no en un libro, o en un museo, sino en la hermosa aventura del vivir cotidiano?”
Tu palabra no es de un día, sino de una vida labrada en aquella tierra que cultivabas con tus manos poéticas. En aquella mítica tierra de Naygua, tu refugio vital, una tierra en la que tu amigo Piti Cantalapiedra luchó en una guerra, mucho antes de que la hicieras tuya.
Luchar las palabras, Hierro, es tu triunfo y el nuestro es descubrir esa batalla en cada poema Alucinado de tu libro clarividente y rotundo, el que marcó a muchas generaciones, que nacimos años mas tarde de su publicación en 1964.
Historias para unos muchachos, poemas sinceros, donde la palabra se torna en testamento… «Dicen: ‘Este señor / habla tan sólo de sí mismo. / Pasa –dicen– cegado, / sin ver lo que sucede alrededor. / Va por el mundo como un barco viejo…, / ese señor…» Palabra de Hierro.
Este es tu año esencial, Pepe, y se va a volver como la celebración cristiana de la vida de Cristo. En este año reviviremos tu nacimiento y tu muerte, tu vida en 1922 y tu ausencia en 2002. Un siglo de una vida y dos décadas de una muerte. Tú ahora nos redimes, nos abres los ojos y creemos en ti. Anhelabas, y era tu vocación provocar Emoción, y tu ritmo y música poética han traspasado nuestra alucinada Alma.
Somos, Hierro, duda y cambio, somos tránsito continuo, Alucinación perpetúa.
Aún ahora bajo el vuelo de mariposas y libélulas, te contemplo y sigo preguntándome que guardabas en tu ya icónica cabeza férrica. El contraste del blanco y negro del retrato de Shommer me recuerdan aquellos años oscuros de tu vida sin la libertad que siempre buscaste. Escudriñándote más, tus ojos son guía hacia el amor a la palabra limpia.
“Yo, José Hierro, un hombre / como hay muchos, tendido / esta tarde en mi cama, / volví a soñar».
Gracias poeta en donde estés…